"Al borde de los caminos

que se van desdibujando,

qué tristes están los chopos,

parece que están llorando.

     Entre el glauco de las frondas,

do ya dormitan los pájaros,

con sus ecos mortecinos

tiembla la luz del ocaso.

     La campana de la ermita

suena, lejos, repicando.

Y el paisaje se adormece

con un sueño dulce y plácido.

Sobre Quesada y Cazorla

algún lucero ha asomado.

     Yo también estoy muy triste,

en el pretil apoyado

-cuánto soñaba de niño

al ir el sol declinando-,

mientras cubre del crepúsculo

el tul sombrío los campos"

(Miguel Hernández Gallego. Torreperogil, mayo de 2015)