Este bochorno, que ya no es sorpresivo. Esta calima horrible que aplana la mente, arranca bombas atómicas de las entrañas de la tierra yerma y baldía. Aquí el calor verde casi nadie recuerda cómo es.

     Arrastrar los pies por este sendero pedregoso. Pesa la bola de hierro atada a mi tobillo izquierdo. Va dejando el rastro como si de una serpiente se tratara. La pendiente ascendente empeora todo. ¿Por qué esta condena? ¡Soy inocente!

     Y tú, culpable de mi penitencia, tú, que deberías llevar esta carga, achicharrarte bajo el sol que no perdona ni sabe a quien martiriza. Tú, que te escondes en parajes donde la bravura solar no alcanza. Tú, que ocupas el lugar en el que yo debería estar, degustando manjares, carnes muertas sazonadas y carnes vivas que se entrelazan como dos serpientes anudadas, como las astas de dos ciervos machos tras una pelea.

     Yo llegaré a lo alto de esta colina. No dudes que llegaré, aunque cansado, aunque no podré encontrar una sombra en la que cobijarme. Pero llegaré, y ante mí se desplegará un nuevo horizonte en el que, con un poco de suerte, encuentre el calor que me falta, alguien que sea gentil y me lime el peso que padezco.

     Volveré a ser libre. ¿Cuándo? No lo sé.

     Y a ti, que deberías estar aquí, a ti te llegará la hora. Yo estaré aquí para verlo. Disfruta mientras puedas, nada es eterno. Lo irrefutable es que yo acabaré mi existencia siendo libre, tú no.

     Todos se preguntarán el motivo de esta historia.

     Ya no me pesa, ya no arrastro mi injusta condena. Hay tanta sombra fresca, tanta agua por beber... A ti te veo en la línea del horizonte, como un punto perdido, camino de tu final, camino de mi principio. Mi salida y tu meta se unen en el tiempo, pero no en el espacio. Disfruta de tu final, yo disfrutaré de mi inicio..., y de tu final.

     Ya te lo dije.