A LA DERIVA

No hay en el mundo técnica bastante

para poder fijar en una sombra

la luz aterradora del instante.

Qué sencillo es hacer la profecía

del círculo que muere tras la tierra.

Yo di la carne, tú serás la hiedra.

Tú me dirás que caminaba a ciegas.

Yo te diré que el sol no tiene ojo

y tú la fantasía de mi muerte.

El mundo es una estrella errante,

a la deriva,

entre olas serpentinas y orillas insidiosas.

Y de pronto no hay nada,

ni mares ni riveras, tan solo nuestra alma

en un papel de seda, flotando suavemente,

sin deberes ni metas.

EL OJO DE LA AGUJA

Se rompe una pequeña superficie,

una película delicada y firme.

Se rompe el mundo.

Pincha una aguja el dedo índice.

Se abren las alas de los insectos.

Las sopranos amadas

se acercan a la causa de su canto.

El hilo más fino pasa

por el ojo más hendido,

entre los párpados más embelesados.