Lo extraordinario de los mitos es su camaleónica capacidad de adaptación a cualquier tiempo. La interpretación de las motivaciones de cada uno está en quien cuenta la historia, no en el personaje mitológico en si. ¿Qué voces, qué palabras hemos callado, traicionado? ¿Todavía es posible perdonar y dejar que el cielo me haga suyo? ¿Dónde comienza esa difusa calma? La lengua se hace yaga con la humedad del río y del espanto. La lengua se hace daga de triste sol su canto, donde la voz no se detiene en llanto.

     Cobardemente escondo un "te quiero" inoperante, a contratiempo. Todo cambia, incluso la locura de unos labios que se rozan en la efímera presencia de un beso. Vuelven viejas anñoranzas, antiguas nostalgias, caducos sueños. Caen como hojas secas del árbol otoñal de mi memoria, mecidas por la brisa del recuerdo. Y van a posarse tenuemente sobre el suelo alfombrado de mi actual momento, humedecido por lágrimas rebeldes, incontenibles, escapadas de la cárcel de mis ojos que ignorarlas intentaban en vano, pues es más fuerte la intensidad evocadora de esos viejos sentimientos que se hacían los muertos cuando solo estaban débilmente olvidados.

    Fugado de la experiencia, el orden moviliza un lenguaje que no es éste, convertido en parpadeo vacilante sobre las fosas.