(Oficina de cualquier empresa. JUAN, el jefe, espera la entrada de un empleado. Tras unos segundos, llaman a la puerta. Entra EMILIO.)
EMILIO: Buenas Juan, ¿me has llamado?
JUAN: Si Emilio, pasa y sientate.
EMILIO: Tu dirás.
JUAN: Mira, te he hecho llamar para comentarte una cosa, bueno, de echo, es un problema para mi, pero no encuentro otra solución.
EMILIO: Bien, dime.
JUAN: Pues bien. Resulta que llevamos un tiempo bajando en ventas y la rentabilidad no es la que era y no tengo mas remedio que reestructurar la plantilla.
EMILIO: Bueno, bajamos en ventas como todos, pero el año pasado hemos obtenido mejores resultados que el año anterior.
JUAN: Si, pero el problema es que hemos perdido competitividad.
EMILIO: ¿Competitividad? Hemos incrementado pedidos y ventas.
JUAN: Ya, ya, pero no me salen las cuentas. De echo, te he llamado para comunicarte muy a mi pesar que a partir del dia 15 tengo que prescindir de ti.
EMILIO: ¿Qué me echas? ¿A mi? Yo he levantado el negocio contigo desde que empezaste. Eres el padrino de mi niña. Veinticinco años luchando por la empresa, ¿para que? ¡Para tirarme a la calle como una colilla! Juan, que tengo 48 años, que para mi ya es muy difícil encontrar nada, que tengo 400 euros de hipoteca, que el banco se va a llevar mi casa, ¿no te dá ná?
JUAN: No te alteres. Si, ya lo sé. Pero esto no ha sido la decisión de un día, ni un mal calentón, esto lo vengo madurando ya hace tiempo y como comprenderás, la viabilidad de mi empresa es lo primero.
EMILIO: ¿Viabilidad? Mira, si es por la viabilidad me puedes bajar el sueldo, bajar las comisiones, quitarme las dietas, lo que sea, pero, por favor, no me dejes en la calle que me arruinas la vida.
JUAN: Me duele todo esto Emilio, pero la decisión como te he dicho, la tengo ya tomada y muy reflexionada y, la verdad, me duele hacértelo a ti, pero no tengo otra solución.
(JUAN saca un papel, un sobre y un cheque del cajón)