San Antón, La Candelaria y San Blas, de manera casi seguida, fueron grandes fechas para los perogilenses de antaño que, incluso, paralizaban la jornada laboral para celebrar con todos los honores de fiesta al santo de turno que, incluso, era procesionado por las calles de la localidad. Fiestas cuyos origenes habría que buscarlos muy atrás en la historia pero que, todas, mantienen una tricentenaria edad llena de anécdotas que, como recuerda el cronista oficial de Torreperogil, Ginés Torres Navarrete, tenían un bien continuado respaldo de la oficialidad municipal, "que según era el poder económico cada año, así era el festejo".
Con San Antón se iniciaba el ciclo y con los Carnavales se cerraba. Y así continúa siendo, pues precisamente ambas celebraciones son las únicas de todo el abanico de tradiciones festivas de invierno que aún hoy se conservan en Torreperogil. La Candelaria y San Blas completaban el periplo festivo que tenía en el fuego su constante. Las hogueras de San Antón y La Candelaria y las roquillas de San Blas eran las estampas por las que cada fiesta se conocía e identificaba en el pueblo. Junto a estos acontecimientos, las tortas y el tueste de garbanzos se degustaban por vecinos y amigos alrededor de las lumbres. Pero los autenticos protagonistas eran los niños, sin lugar a duda. Una legión de pequeños ciudadanos disfrutaban de lo lindo con la ilusión de acudir a la iglesia portando las rosquillas de San Blas, a las que luego hincaban el diente "para -como decían los mayores- que el santo nos guarde el tragapán (la garganta)".
Los cigarrillos de matalahuga por San Antón, las tortas por La Candelaria y las rosquillas por San Blas son, pese a todo, vestigios de estas tradiciones pasadas que aún hoy, con la costumbre de la fiesta perdida, en los casos de La Candelaria y San Blas, conservan muchos hogares perogilenses. Todavía hoy, ya metidos de lleno en el tercer milenio, hemos podido saborear las rosquillas de San Blas, bendecidas antes, como antaño, por el cura párroco, con su sabor a anís y romero. Al menos, si no con el esplendor de otros tiempos, aún hay personas en Torreperogil para mantener una testimonial presencia de tradiciones pasadas.