En la amanecida
los insomnes minutos
corren en desesperada huida,
mientras el hálito
de tu cuerpo
calienta esta cama vacía.
Ensimismado,
con el placer aún humedo
en mis manos,
busco tus caricias
en la noche eterna del alma;
pero tú, pantera herida,
me has dejado
solo el murmullo de tus labios
y la embriagante presencia
de tu aroma a jazmín
y azucenas
de omnubiladas
pasiones de la carne.
¿Volverás esta noche
al nido del amor atemperado?
¿Dejarás que mis dedos
redescubran
la geografía oscura
de tu cuerpo?
¿O tal vez,
en un arrebato de locura,
nos perdamos,
indolentes,
por las saqueadas
estancias de la luz
que otras ardientes pasiones
nos revelan
al calor de una copa de vino?
Noche, noche eterna
de raudos encuentros
que nos dan la eternidad
y el consuelo,
alondra de mis sueños.