Fría está la baldosa. Una película de polvo no deja ver el verdadero color que tiene. Dicen los entendidos que no es polvo, que son arañitas muy pequeñas a las que han bautizado como ácaros del polvo, de esa clase de polvo que no es divertida.
Tumbado bajo la cama, espero. Estoy triste. Estoy muy solo. Me da igual el frío, apenas lo noto. Mis defensas son invulnerables. Me pregunto donde estará mi compañero, mi sufrido compañero. Algo le sucedió una mañana. Escuché claramente un “crack”, sabía que algo se había roto.
Se lo llevaron una buena mañana, desde entonces esta pegajosa soledad me envuelve. Intento salir de aquí pero no sé, algo me lo impide ¿donde está mi compañero?
Si muere yo moriré con él. Un final trágico para los dos. No puedo vivir sin él. Toda una vida siendo contínua y cruelmente pisoteados, bajo la lluvia, sobre el polvo, sobre el barro.
Vuelve compañero, si no, nada tendrá sentido y moriré.
Desagradecida, después de todo lo que hemos hecho por ella, ayudándola a simular metro ochenta cuando solamente mide metro setenta. Además, soportar los noventa kilos no los soporta cualquiera. Mira mi compañero como ha acabado, destrozado.
Antes había zapateros que nos curaban, ahora vamos directamente a la basura. Mi compañero ya está allí, yo llegaré después, cuando alguien sepa donde estoy. No puedo esconderme, sólo esperar que nadie se acuerde de mí.
(JUAN TROYANO HERNÁNDEZ, 2015)