JUEGOS DE CORTE
Cuando todos en la Corte creían que el Caballero Fortimbrás iba a resbalar, en la artística pirueta con la que dio por finalizada la elegante y novedosa coreografía con la que había adornado su danza con la bella Florinda en el concurso anual que, en cada inicio de Primavera organizaba el mismísimo Rey Sol, apoyando todo su peso corporal y el de Florinda en los llamativos borceguíes de piel de camello que para la ocasión le había fabricado Rocamadour, famoso zapatero de atrevidos e innovadores diseños, mantuvo en el aire a la grácil dama por unos resistibles segundos. Todo finalizó con un estruendoso aplauso que premiaba la destreza mostrada por la pareja de una manera más entregada que a los anteriores participantes del "Concurso Ababol" (así llamado por el magnífico trofeo en forma de esa extraña planta, que se entregaba al ganador).
Y es que cuando Rocamadour confeccionaba unos borceguíes por encargo, lo hacía con tal entrega personal en ello que su creatividad se superaba en cada caso y, el del heredero del Chatêau de Calandrama merecía la pena su especial dedicación; no en vano, el padre de Fortimbrás (el marqués de Fontaneda) había lucido como nadie en la Corte parisina los más elegantes borceguíes que jamás nadie había portado. Ni siquiera Su Graciosa Majestad, Luis XIV, había sabido calzarse con tanta destreza un borceguí en cada uno de sus pies: un minúsculo 32 impedía a los zapateros reales cuadrar una horma tan pequeña para sus botines.