Los caballos tristes, blancos de las ganas ajadas de escapar, pasean esta noche también por el contorno de la luna, esa traidora que desapareció dejando aquí mis cuentos. Llevándose el futuro –creo- en un baúl. Claro, yo miro los caballos que sobre su contorno dejan huellas y me quedo con ese abundante picor en la cara; con esa suciedad mezcla de humo y desencanto corriéndome por las grietas de los párpados. Desde la ventana, terribles ganas de patinar sobre el rabillo de las letras, que siempre son las mismas, y subir a las grupas largas de la oscuridad y patear, y esa traidora brillante que sonríe. Y una vez limpio de tanta rutina que espera; de tanto aguante negro aquí, dejar de esconderse uno mismo dentro de las propias piernas. Pintar un garabato y una palabra distinta en la pared de un cráter.
Estoy seguro de que cuando esté también allí, alguien desde cualquier ventana, nervioso por la incertidumbre que azuza la posibilidad de marchar, como yo, se restregará la cara contra el estropajo de la noche y, ya con un pie fuera, me regalará descaradamente guiños de complicidad. ¡Pobre iluso! Allí tampoco está la luna.
PorFinBlog
Muertos que escriben sobre sus propias tumbas..., sobre el polvo, voluntariamente, sí. Porque decidieron el olvido y nunca nos dieron la oportunidad que juntos tú y yo hemos tomado como forma de vida, como amuleto sagrado, como divina comunión.
Ahora ellos, que son sombra y no representan ni una gota en el mar, no podrán alcanzar ni el cuerpo, ni las ganas, ni los sueños, ni las manos, ni los besos, ni las mariposas que forjaron nuestro destino, a pesar de los pasos profundos con los que solíamos conformarnos, por un grano de nada, por una pizca de caricias frías, por nada más que hastío.
Muertos secos, perdidos..., espero que descansen..., si es que pueden.
Yo, Hemón, que amé a Antígona hasta el delirio. Yo, que la esperaba en el quicio de los atardeceres desde las cinco de la mañana para, tres horas después, verla salir de su casa (y ella siempre detrás del marido para hacerme pensar que él no le interesaba mucho) heme aquí, ahora, revolviéndome en este sarcófago de despecho (si al menos estuviera acolchado), recordando las noches en que ella, Antígona, se paraba en la ventana de su dormitorio para verme escribir sobre mis rodillas, sumido en el más sublime de los sufrimientos. Entonces todo era motivo para la lírica y hasta la inmundicia se tornaba poesía.
Déjame decirte, oh Antígona mía, que nunca te dije que te amaba para salvar este poema. Haz que conserven el calor de los que te dejaba en el cristal delantero de tu coche, pues las tumbas del cementerio no tienen limpiaparabrisas.
Con una perspectiva claramente feminista, "Ellas... El Teatro" quiere ser un canto visceral y hermoso al poder histórico de las mujeres para mover el mundo. Me planteé este trabajo para seguir indagando en la temática de género, utilizando lenguajes que, en esta segunda etapa de la compañía, nos han servido para avanzar en nuestro concepto de "teatro social". Me interesaba utilizar de nuevo la danza, el teatro físico, la poesía visual, y para ello me he rodeado de un equipo de trabajo compuesto casi exclusivamente por mujeres: en el reparto son tres mujeres y un personaje masculino a modo de "Oficiante" de las acciones dramáticas; el diseño de luces es obra de otra mujer y las coreografías son de Encar Mezcua queestá haciendo un trabajo impecable y emocionante.
Por otro lado, incluso las bailarinas tienen experiencia teatral en diferentes géneros, lo que creemos que va a enriquecer mucho el producto final. También he querido que haya diferencia de edades y físicos para alejarnos del canon de belleza que, a veces, anula el resultado de este tipo de trabajos, con lo que reivindicamos otro imaginario corporal en el que tod@s estemos cómod@s. El resultado: un espectáculo para hablar del rol de las mujeres a lo largo de la historia como auténticas dinamizadoras del avance social, desde una perspectiva histórica... En definitiva, con "Ellas... El Teatro" queremos romper mitos que siguen ponmiendo barreras al avance femenino en la sociedad, dignificando, con alegría y libertad, el papel de la mujer en la historia del teatro.
Para su puesta de largo en el majestuoso espacio escénico del Auditorio Municipal "Torres Oscuras" de Torreperogil, estamos en pleno "working progress" de nuestro nuevo trabajo "Ellas... El Teatro", para el que hemos querido romper prejuicios, pues no estamos de acuerdo con dichos como "Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer". ¿Por qué situar a la mujer siempre detrás, apoyando al personaje masculino?
Nos hemos sumergido para ello en la Historia del Teatro Universal, para sacar a la superficie a alguna de esas mujeres que han dado la cara: "Hécuba", "Medea", "Antígona", "Ofelia", "Nora", "Adela"... Un bombón de papeles que a cualquier actriz le gustaría interpretar. Estamos seguros que nuestra selección no es la más perfecta, se nos quedan en el tintero otras heroínas como "Julieta", "Fedra", "Celestina", la misma "Bernarda"...; pero hemos querido con esta "performance", trabajada desde el movimiento y la palabra, dignificar la lucha femenina recorriendo la historia del teatro desde 4 siglos antes de Cristo hasta la primera mitad del Siglo XX de nuestra era.
En este resucitar continuo en que se ha convertido últimamente mi vida, observo una coincidencia que se viene repitiendo en marzo, abril y mayo: nace, se desarrolla y vive en mí una nueva iniciativa para mantener vivo este “teatro de mierda” al que echo tanto de menos, lo cual no deja de ser sintomático en una realidad hasta ahora importante en este rincón de La Loma. Pero también supone un grito de atención hacia aquellos que ya habían desahuciado a este gestor teatral por la impura coincidencia de otras realidades nada teatrales precisamente. Una nueva alternativa asoma la cabeza para proseguir la tarea de un modelo de teatro apuradamente marginal y plebeyo como el que siempre ha suscitado el proyecto inicial.
Porque lo mejor es hacer cosas, accionarlas. Lo más divertido de hacer acciones es pensar no sólo en la cantidad de cosas que se pueden hacer sino que éstas las puede hacer cualquiera. La acción convierte así la cotidianeidad en un gesto poético continuo.
Muchas veces me han preguntado sobre la identidad de las acciones teatrales que hemos realizado a lo largo de estos últimos 30 años. Y yo siempre respondí que creo que lo que hemos hecho no era sino un síntoma inequívoco de que nuestro mensaje no perdía actualidad. Lo definido y lo acotado pierde con el tiempo vitalidad y compromiso: la acción, por su ancestral indefinición, sigue viva. Un fenómeno transgresor que sucede en tiempos, espacios y presencias concretas y se articula en lo ilimitado de sus propuestas; tantas como personas la hicieron posible, desde la propia voluntad de fabricar un espectáculo que cuestiona la propia naturaleza del teatro.
En los paralelos de arte la acción establece un ejercicio de libertad y experimentación creativa y vital, donde los términos arte y vida se confunden, pues el intérprete es su propia obra de arte. Desde siempre en mis trabajos como actor y accionista de mensajes, he planteado la revisión de la acción. No sé si por ello, al final, me siento traicionado y vacío, alejado de gestos heroicos y falsamente trascendentales; pero lo que sí confirmo es que mi acción en el teatro la he utilizado no sólo como medio de expresión, sino, en muchos casos, como forma de vida.