Finnegans Wake
“Anhelar la mente susodicha largo tiempo perdida para el anhelo. La susomaldicha. Hasta ahora susomaldicha. A fuerza de largo anhelo perdido para el anhelo. Leve anhelo en vano aún. A más leve aún. A lo levísimo. Leve anhelo en vano del mínimo anhelar. El mínimo anhelo indisminuible. Inaquietable mínimo en vano de anhelar aún.”
“Paradójicamente, es en la forma donde el artista puede encontrar una solución de alguna clase. Se trata de dar forma a lo informe. Probablemente sólo en ese sentido podría existir una especia de afirmación subyacente”.
“Godot se lo pasa pipa al lado de esta desolación y esta penuria: (“Dios me valga, otra cosa no sé hacer”)”
“En una fiesta, un presunto intelectual inglés me preguntó por qué escribía siempre sobre la angustia. ¡Como si fuese perverso hacerlo!... Me marché de la fiesta en cuanto pude y tomé un taxi. En la mampara de cristal, entre el taxista y yo, había tres rótulos. En uno se pedía una caridad para los ciegos, en otro una ayuda para los huérfanos, en el tercero un donativo para los refugiados de guerra. No hay que ir muy lejos para buscar la angustia. Nos grita a la cara dentro incluso de los taxis de Londres”
A vueltas quietas
“Necedad… necedad para… para qué… cómo se dice… necedad de esto… todo esto… necedad desde todo esto… de todo esto… entrever al parecer… entrever… necesidad al parecer de entrever… tenue a lo lejos allá lejos que… necedad de necesitar al parecer… entrever tenue a lo lejos allá lejos qué… cómo… cómo se dice… cómo se dice…”

PorFinBlog

Un Blog por y para las Artes Escénicas, en Jaén y en el mundo.

CON LOS OJOS DE LOS OTROS

    Oír y escuchar, mirar y ver son tan parecidos y, a la vez, tan diferentes que nos arrastran hacia las trampas del lenguaje. Y la acción dramática no podia ser menos.

    Tiempo de espera. Nueva realidad. Miro a mi alrededor y veo enormes telones que no me dejan ver el escenario. El telón es de una densa calima y de un viscoso y oscuro mar.

    Estoy confuso, perdido ahora. Tres meses de inacción dejan huella. ¿En qué dirección caminar? ¿Hacia qué lugar del horizonte dirijo la mirada? ¿Por dónde comienzo mi travesía? Tendré que esperar a que se disipe el humo y pueda ver, con claridad, el paisaje. Tendré que esperar a que se levanten todos los telones para que se haga visible aquello que es invisible...

    Pero me urge crear, contar, soñar, representar. Cuando las aguas del mar Mediterráneo sean cristalinas podré contar uno a uno todos los ahogados que huían de la miseria y de la guerra. Cuando el humo de las bombas haya desaparecido buscaré entyre los escombros, levantaré los bloques quebrados de los edificios, y sacaré todos los cadáveres.

    Violencia visual. Incertidumbre. Costumbres nuevas. Las escenografías muestran un mapa donde los laberintos se superponen uno tras otro formando un extraño juego de espejos. Desde mi butaca preasignada aún veo largas caravanas de refugiados que huyen de la guerra. Otros escapan de la pobreza y del miedo para estrellarse contra fronteras levantadas con fusiles y concertinas.

    Hablar. Luchar. Denunciar... Pero la función no termina y todo sucede con el telón echado. No hay silencio y, en cambio, todo está en absoluto silencio. Y yo espero el final para gritar con todas mis fuerzas, aunque sea en silencio, cada uno de los nombres de los personajes que recorren el escenario en todas las direcciones.

    Mutis por el foro. Oscuridad. Telón. Es posible que al final se levante el telón y, aunque esté lleno de la humedad de la muerte, todo deje de ser invisible. Y esta nueva realidad nos anime a contar la verdad: que hemos cambiado, aunque haya costado un millón de muertes.

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LA ESTACIÓN FINAL (Poema Oscuro)

A la carne se va por mil caminos. La música predispone los sentidos, y en la penumbra del burdel se fragua el destello del cuero y el acero. Allí las putas más hermosas, acuden cabalgando el caballo que habitamos. Temes la brasa de sus bocas, enredar tu cintura en sus caderas, donde el barro y la calentura se evidencian: rodar en la moqueta, follar en los servicios. Porque la carne nunca permanece. En esa hoguera efímera te consumes y, aunque sospechas que la sed no tendrá fin, ya buscas el borde de los vasos: porque el brocal de tu pozo solo repite la senda oscura de tu nombre. Pero todos venimos de provincias donde reproducimos a escala estos antros, estos burdeles... Y nos falta el aliento de Dionisos, esa consagración que engalana la podredumbre de ceremonia. En provincias carecemos de egregios filósofos perversos, y ya Dionisos revela el destino del acólito que pretende divertirse sin pagar el óbolo del más dulce calvario.

Quien se mofa de la orgía no ha de atravesar incólume la frontera prestigiosa de la noche, porque sus porteros son celosos y no perderán la ocasión de desvirgar a ese atrevido. Porteros que son bacantes disfrazadas pues, ¿acaso no es posible desterrar el nazi que desde dentro nos hostiga, una vez que el amor nos condujo a este lecho a solas, donde antes y después de nuestro espasmo preferimos la solicitud de la ternura? Allí la estación final ya no es una cripta que alquilan como catacumba los modernos cristianos, celosos del goce a costa del nuevo sacrificio.

Penteo rasgó su velo, atrevió la hondura de la piel violado por los que se agrupan bajo el pabellón de lo fugaz. ¿Con qué argumento los espantas, con qué piedad te lames luego las heridas? Ellos son su propia grey, te han marcado la nalga con su fuego. ¿Qué queda de ti sino arrastrarte, reptar las rampas moradas del teatro, ofrecerte como víctima propiciatoria de ti mismo? Hay un estadio pusilánime sediento de tu esperma. La nueva educación sentimental pasa por la academia del prostíbulo. Dinonisos ya tiene su venganza. La verdad que se alcanza en este instante quizá compense de las estaciones que se quedan atrás pestañeando. Nos palpamos el sexo siempre solitario en los furgones de cola de nosotros mismos, sin alcanzar jamás el jubileo de un amor estable en el mismo recinto del deseo.

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MUJERES DE TIERRA

     Nuestro más reciente trabajo escénico, "Mujeres de tierra" de la autora perogilense Nati Villar, será nuestro espectáculo insignia para el presente año. Esperamos que muchas concejalías de mujer se quieran hacer eco de su programación para que, entre todos, podamos ir construyendo una sociedad más igualitaria, tolerante y sana.

     El espectáculo es una sucesión de historias de mujeres migrantes en una sociedad que aún las acoge con indiferencia y miedo.

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A TODOS LOS MUERTOS

     Muertos que escriben sobre sus propias tumbas..., sobre el polvo, voluntariamente, sí. Porque decidieron el olvido y nunca nos dieron la oportunidad que juntos tú y yo hemos tomado como forma de vida, como amuleto sagrado, como divina comunión.

    Ahora ellos, que son sombra y no representan ni una gota en el mar, no podrán alcanzar ni el cuerpo, ni las ganas, ni los sueños, ni las manos, ni los besos, ni las mariposas que forjaron nuestro destino, a pesar de los pasos profundos con los que solíamos conformarnos, por un grano de nada, por una pizca de caricias frías, por nada más que hastío.

    Muertos secos, perdidos..., espero que descansen..., si es que pueden.

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SARCÓFAGO INERTE

     Yo, Hemón, que amé a Antígona hasta el delirio. Yo, que la esperaba en el quicio de los atardeceres desde las cinco de la mañana para, tres horas después, verla salir de su casa (y ella siempre detrás del marido para hacerme pensar que él no le interesaba mucho) heme aquí, ahora, revolviéndome en este sarcófago de despecho (si al menos estuviera acolchado), recordando las noches en que ella, Antígona, se paraba en la ventana de su dormitorio para verme escribir sobre mis rodillas, sumido en el más sublime de los sufrimientos. Entonces todo era motivo para la lírica y hasta la inmundicia se tornaba poesía.

     Déjame decirte, oh Antígona mía, que nunca te dije que te amaba para salvar este poema. Haz que conserven el calor de los que te dejaba en el cristal delantero de tu coche, pues las tumbas del cementerio no tienen limpiaparabrisas.

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"EL REFLEJO"

     En el trasfondo negro y sucio de la tierra vi un punto radiante, del tamaño de un plato pequeño. Brillaba tanto que era imposible que perteneciera a esa materia terrosa de la que proceden todos los objetos. Cuando levanté los ojos, por encima de los tejados de las casas, vi el cielo con el mismo esplendor. No pertenecía a la tierra. Aquella cosa que brillaba era el cielo reflejado en el trozo de un espejo roto.

     El reflejo. Un fenómeno tan despreciado en el arte que se rebela contra el naturalismo.

     El hombre que se vio por primera vez reflejado en la superficie de unas aguas tranquilas, debió sentirse iluminado.

     A pesar de los consejos de los surrealistas y de la gente que se abandona a su fantasía, no penetremos en él bajo ningún pretexto, no atravesemos la superficie del espejo. ¡Permanezcamos delante! ¡El reflejo en sí mismo es un milagro! Encierra en sí un secreto del mundo. Como si la realidad, habiéndose separado de sí misma, hubiera sido encerrada como en una prisión o también, como si hubiera sido introducida en la tumba. Como si ya no perteneciera a este mundo. El imposible acercamiento entre la vida y la muerte se cumple. Juntos. Claro, que en la ilusión de una puesta en escena. Sensación de alcanzar la eternidad. Mientras se sigue vivo.

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